sábado, 16 de marzo de 2013

Narrador y punto de vista II

Narrador y punto de vista II

En la última anotación, Narrador y punto de vista I, nos quedamos colgados de una pregunta: si no te gusta tener un narrador en 1ª persona y otro en 3ª y omnisciente, pero quieres mostrar el punto de vista de uno de los personajes..., ¿qué hacer? Pues acudir a la gente que sabe de esto, naturalmente... 

En su libro, Todo lo que sé de novela negra, P. D. James dice, respecto de la voz narrativa en sus historias, que: El punto de vista que yo empleo en mis obras se divide entre el narrador, que registra los sucesos con cierta distancia, y la mente de los diferentes personajes para ver a través de sus ojos, expresar sus emociones y oír sus palabras. [...]. De ese modo, en mi opinión, la novela gana en complejidad e interés y puede además aportar pinceladas de ironía, ya que los cambios de punto de vista revelan las diferentes formas en que unos y otros podemos percibir un mismo suceso. A pesar de esto, creo que no conviene alterar el punto de vista dentro de un mismo capítulo.

Hace cosa de un mes que leí ese libro, del que había ido tomando notas, y de repente, hace unos días, y en referencia al asunto que venimos tratando en estas anotaciones sobre narrador y punto de vista, el parrafito anterior acudió a mi mente con el maletín de primeros auxilios. ¡Eureka!, yo también lo encontré. Eso es lo que quiero. ¿Cómo no lo pensé cuando lo leí? Supongo que porque a veces las cosas necesitan madurar antes de llamar tu atención.

Ya tenía la respuesta, ahora llegaba el momento del trabajo. Cogí el título del inspector Dalgliesh que tenía anotado como próximo en mi lista de lecturas, Mortaja para un ruiseñor, papel y cuaderno, y me puse a leer... despacito.

Hacía muchos años (desde que acabé la carrera) que no leía una novela de ese modo: anotando, anotando, anotando... Por supuesto que la lectura en estas condiciones no es tan placentera, pero sí mucho más fructífera (al menos para mentes torpes como la mía, que necesitan el apoyo del papel en todo momento). Y, ahí estoy, leyendo lentamente y aprendiendo. Pero también llevándolo a la práctica desde el principio: me ha faltado tiempo para volver a la introducción de la historia que me ocupa el tiempo estos días, Aracne, y poner en práctica el invento. 

Éste es el resultado (sólo copio un par de párrafos a modo de muestra) de los apaños que he hecho siguiendo el método P. D. James:


Tom finalmente lo había telefoneado y Arthur Dwight se recostó satisfecho en el sillón, tras la enorme mesa de caoba cuidadosamente pulida y metódicamente ordenada que ocupaba un amplio espacio junto al ventanal del despacho. La estancia estaba sumida en una acogedora penumbra que la única luz encendida, la lámpara de pie que se alzaba elegante junto al sofá, no lograba disipar. Arthur la observó complacido. Pese al dineral que le había costado, se sentía encantado con el prohibitivo capricho que se había permitido adquirir por Navidad en una exclusiva tienda de antigüedades de Bond Street. Sobre la moqueta, sin embargo, y alrededor del pie de hierro forjado que sujetaba su preciado antojo, comenzaba a formarse un molesto cerco que evidenciaba la flemática inmovilidad de aquella estancia y que delataba, sin que ninguna otra hipótesis pudiera argumentarse al respecto, que la lámpara no se había movido del lugar que ocupaba desde el preciso momento en que Arthur Dwight la colocara junto al sofá. Bien mirado, no había razón alguna para moverla. Cada objeto de aquel exquisito despacho ocupaba el emplazamiento exacto que tenía asignado, y la impecable armonía de su disposición se explicaba por sí misma con la elocuente muestra de buen gusto que todo el conjunto constituía.
Arthur Dwight se obligó a cerrar los ojos, resistiéndose a la atractiva llamada con que le convocaba la autocomplacencia por su pequeña creación, un rincón de belleza y quietud que sosegaba el espíritu y del que él era el único y orgullos autor. ¿Pero por qué diantres no podía complacerse en aquel insignificante placer? Abrió los ojos y los fijó en la puerta. Era una idea ridícula. Nadie más que él conocía los pensamientos que recorrían su mente y nadie, salvo él, iba a reprocharle que se complaciera en ellos. Sonrió aliviado: su cerebro era tan inaccesible a nadie que no fuera él mismo, como lo era el despacho de un subdirector del MI5 para cualquiera que, caminando por Curzon Street, acertara a pasar bajo la ventana por la que ahora miraba hacia el exterior.

La cosa está en pañales, lo sé, y tengo que mejorar mucho, pero estoy satisfecha con mi primer intento. 

Hay veces que una duda y otras que está segura de algo. Ésta es una de esas veces en que la segunda posibilidad destaca sobre la primera: estoy segura de que algún día lo haré bien. Ya sé cómo se hace (que es lo importante: conseguir agarrarlo bien con las neuronas), ahora sólo tengo que mecanizarlo y, para ello, sólo hay una forma: práctica y muuuuuuucha atención al principio.

Luego, además, está lo de cambiar la voz narrativa en todas las historias que ya llevo escritas, y eso sí, amigos, que va a ser una tarea ardua. ¡Dios me ampare!

3 comentarios:

posodo dijo...

Esto de ir dosificando los párrafos para ponernos de los nervios, ¡no vale!

El cambio del tipo de letra, ¿forma parte del juego entre primera, tercera y mixta personas?

En resumen, que me alegro de que estés resolviendo al problema.

Un saludo.

S. Cid dijo...

Posodo: Paciencia..., tú estás en mi breve lista de amigos a los que se les enviará copia de las historias detectivescas cuando el primer volumen esté acabado.

El cambio de letra se debe a mi pereza natural: no (re)tecleé el párrafo, sino que lo copié directamente de Scrivener.

Respecto a la resolución del problema, yo también me alegro, aunque aún queda mucho trabajo por delante. Incluidos estos dos párrafos, que tienen muchas aristas afiladas que se deben limar, retocar y colorear.

Saludos.

posodo dijo...

Muchas gracias. Me alegro de formar parte de una... lista ;-)

Belén 2013

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