sábado, 15 de junio de 2013

James Stanley. Fiction in reality

6. James Stanley. Fiction in reality.

-And so, what do you think about it? -señaló el documento que yo había dejado aparcado momentáneamente sobre la mesa mientras cenábamos a la tenue luz nocturna del Pardo.
-I'm impressed...
-That's exactly what happened.
-Unbelievable! 
Era verdad. Me parecía increíble, tanto como la idea que acababa de centellear en mi cerebro. Lo miré retraída, sin atreverme a expresarla en voz alta, pero él ya me leía demasiado bien:
-What?
Me decidí a intentarlo:
-Do you think... -pero dudé.
-You could write it down on your blog?
Entorné la mirada y lo estudié con curiosidad. Sí, me leía tan bien que me sentí mentalmente desnuda y deseé poder escribir mi pensamiento en caligrafía especular.
-Is that what you didn't dare to say?
Asentí tímidamente con la cabeza.
-Yeah -aceptó-, feel free to do it.
Empezaba a sonreír satisfecha cuando sus palabras comprimieron la sonrisa en una mueca de desencanto: 
-Nobody is going to believe you.
Tenía razón. ¿Quién iba a creer que la prematura muerte de James Stanley, a causa de aquel extraño envejecimiento tan veloz y repentino, se debía a que el escritor había ido compensando a los lectores insatisfechos con horas de su propia vida? 
-They may say "interesting", "original", even "odd"*, but they'll think it's just fiction.
Yo también lo creía. Quizá la entrada merecería un par de comentarios elogiosos, pero nadie vería en ella un atisbo de realidad. Quedé pensativa mientras él daba buena cuenta del queso de oveja.

¿Y qué?, me dije pretendiendo desentenderme de lo que pensara una mente que no fuera la mía. Iba siendo hora de superar miedos y complejos, y, según parecía...
No me aparté un milímetro cuando sentí el aliento de Harry susurrándome al oído:
-A twenty for your thoughts.
Sí, según parecía, algunos se iban superando. Pasé la mano por el documento de James Stanley y tracé sobre él una línea sinuosa con el dedo.
-No -musité-, not yet.
Lo vi sacar un billete de veinte euros y partirlo por la mitad. Fruncí el ceño desconcertada.
-Some other time, then -dijo. Y puso una de las mitades en mi mano.
No ofrecí oposición cuando me cerró los dedos sobre la mitad del billete ni cuando me sujetó la mano unos segundos más de lo que hasta hacía poco hubiera considerado cómodo.

Asentí en silencio. ¿Qué podía decir? La realidad supera tantas veces a la ficción..., ¿o era al revés? Sin levantar la cara, observé a Harry por entre las pestañas: él era el vivo ejemplo de ello.

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* ;-)
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Antes, en James Stanley: A smile.
Y después: One thousand and one nights.

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